La frase famosa de Dalí sobre las habladurías y chismorreos insidiosos de los maledicentes fue como sigue: "Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí, aunque confieso que me gusta que hablen mal porque eso significa que las cosas me van muy bien". De los mediocres no habla nadie y cuando hablan de ellos solo dicen maravilla. Generalmente a las habladurías las impulsa la envidia, que no es más que admiración sumada a complejo de inferioridad e impotencia por no poder alcanzar lo admirado. Así que si critican es porque admiran la labor de la persona criticada, ese es el sentido de preferir que hablen mal, porque detrás de la adulación siempre hay algún interés y algún grado de falsedad.