Colaboración de nuestra amiga Isabel Martín Sánchez. Esperó... Esperó y esperó en vano mientras se iba rompiendo poco a poco, vestida de juicios, con perfume de vacío. Ante sus ojos se abría un abismo insondable, tan insondable como el silencio de las marionetas; tan ciegas, tan sordas, tan mudas ¡Tan manipulables! Lentamente se fue ahogando en el mar de la indiferencia. Los acontecimientos se clavaban en el alma como un cuchillo de acero, haciendo que se quebrara como el más fino cristal. De repente todo había adquirido sentido; tanto esfuerzo, tanto desgaste, tanto... Sólo sirvió para alimentar el ego de los que no saben mirar hacia dentro. Rota en mil pedazos fue recogiéndolos uno a uno, con paciencia infinita los fue pegando, los reforzó para hacerlos más resistentes, dejó sin maquillar las líneas que mostraban sus heridas, ellas le recordarían el precio que había pagado, luego, erguida, fue cortando uno por uno los hilos que la unian a esas marionetas en las que un día creyó. No