NAVIDADES DE MADRID, DE MARIANA DE CARVAJAL
Al tiempo que acabó el último verso, entraron de visita el racionero y otros caballeros, con que no pudo el contento amante celebrar su dicha, y poco después las cuñadas y don Rodrigo. Y, después de haber preguntado cómo se sentía, por ver el instrumento, le pidieron a doña Beatriz volviese a cantar. Disculpose con que la dolía la cabeza y, alargándole a doña Leonor el instrumento, le pidió que supliera la falta. Tomole y cantó la siguiente letra, o ya que la compusiese de intento o ya que la supo acaso:
Tan triste vive Leonida
de ver su pastor doliente,
que aumenta del claro Tajo
las fugitivas corrientes.
«¡Ay! —dice—, ¿cómo es posible
que vivo, pues ya me tienen
los achaques de Lisardo
en los brazos de la muerte?
que vivo, pues ya me tienen
los achaques de Lisardo
en los brazos de la muerte?
«En el rigor de los males,
es el mayor el que siente
quien ama y pena callando,
sin decir lo que padece.
es el mayor el que siente
quien ama y pena callando,
sin decir lo que padece.
«A ser posible en amor
trocarse los accidentes,
yo le pagara los males
a peso de muchos bienes.
trocarse los accidentes,
yo le pagara los males
a peso de muchos bienes.
«Tuviéramos los dos,
a un mismo tiempo,
mi Lisardo el descanso
y yo el tormento».
a un mismo tiempo,
mi Lisardo el descanso
y yo el tormento».