Colaboración de nuestra sabia amiga Isabel Martín Sánchez.
Toda historia merece un final feliz, aunque ¿Quien decide qué es o no felicidad?.
Hay quien es feliz contemplando un atardecer y hay quien necesita la autocomplacencia y el reconocimiento.
Para unos, la felicidad es un sentimiento de agradecimiento por lo que tiene, para otros, la ambición de lo que quiere tener; una etiqueta, una posición social y hay quien es capaz de hacer lo imposible y lo inadmisible para conseguir ese reconocimiento hipócrita y falso que lo encumbra en la cresta de su egocentrismo .
No, no es más feliz el que más tiene, ni el que más aparenta. No puede ser feliz quién llega a una meta que no le corresponde y corre en una carrera que no es la suya usurpando un sitio que no le pertenece.
No todos pueden ser felices con una puesta de sol o respirando oxígeno en libertad, hay quien necesita la prisión del materialismo y las apariencias para sentir que sin eso no existe la felicidad, esa que, sin embargo, no se compra con dinero, aunque por dinero haya quien sea capaz de vender su alma al diablo, pisar lo que otros siembran, recoger frutos ajenos o enfangar la reputación de quién defiende su lugar.
Toda historia merece un final feliz pero no a costa de lo que sea, porque la felicidad no es un final, es el camino que se recorre hasta llegar al desenlace.
Un final distinto al soñado puede resultar difícil de entender pero si el camino fue el correcto y el comportamiento el adecuado, será su mejor consecuencia.
Cada historia va marcada por la actitud, la conducta, la labor del día a día... y el éxito o el fracaso de su conclusión dependerá del camino escogido, de la semilla sembrada. Un final feliz solo depende de cómo lo sientes, su plenitud llegará cuando sea capaz de emanar contagiando a todos los que le rodean.
La verdadera felicidad es el conjunto de muchas pequeñas felicidades, y la superación de otras tantas dificultades, no depende de cuánto tienes, sino cuántos están a tu lado, cuántos se alegran de tus logros y cuánto eres capaz de compartir.
La felicidad no es la meta, es la actitud con la que se camina hacia la meta y si esa actitud es capaz de arrastrar a quien se cruce en su camino, la felicidad será completa.
Isabel Martín Sánchez