Buenos días.
Ayer compareció el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo, para responder a preguntas de los periodistas sobre la reunión de la Comisión Permanente del episcopado español.
Preguntado por la
polémica asociación clandestina el Yunque, que lleva algún tiempo
extendiendo sus tentáculos en España, respondió que “las asociaciones secretas están prohibidas por la Constitución".
Es de suponer que,
en este orden de cosas, los obispos no se sorprenderán si el líder de
algún partido responde a la consulta de un periodista sobre acción
política recurriendo a los Evangelios o, todavía mejor, al Levítico.
Que la Constitución
prohíbe las sociedades secretas es un dato sin duda interesante, pero
imaginamos que si se pregunta al portavoz de los obispos, sucesores de
los apóstoles, es esperable que responda haciendo referencia, si no a su
fe, al menos a las disposiciones eclesiales.
No es, en realidad,
que nos extrañe, en el sentido de que nos resulte novedoso. El desafío
secesionista catalán ha sido una ocasión de oro para que hayamos podido
ver a muchos de nuestros prelados invocando la Carta Magna y haciendo de
ella una defensa tal que hubiéramos deseado ver en ellos igual
entusiasmo con muchos otros aspectos morales que afectan a su grey.
Después de todo, la Constitución no solo es mera obra de hombres, ajena
por completo a la Iglesia, sino que incluso según su único intérprete
autorizado, el Tribunal Constitucional, ampara sin discusión la
supresión del no nacido en el vientre de su madre. Se nos ocurre que,
quizá, tal vez, a lo peor, la Constitución no es la colina en la que
nuestros obispos deban dar su más ardua batalla.
Aún es más triste
que en la misma comparecencia Gil Tamayo vuelva a invocar la ley
fundamental del Estado secular con referencia al disparate antropológico
de las leyes de género. Se hablaba en concreto de la proposición de ley
de igualdad LGBTI, lanzada por Unidos Podemos, y Gil Tamayo ha vuelto a
oponerse alegando que esta proposición “contiene elementos
anticonstitucionales clarísimos”. Menos mal; nosotros teníamos la
impresión de que estas y otras leyes de igual materia -también las del
PP, dejadas pasar sin mayor comentario o crítica- iban frontalmente
contra toda la antropología cristiana y natural, que se oponen
radicalmente a la esencia misma de lo que significa ser humano, y que en
cuestiones de esta gravedad citar la Constitución, en un hombre que
representa a la jerarquía eclesiástica, no parece mucho más oportuno que
citar a Mortadelo y Filemón.
También,
naturalmente, nos lleva a preguntarnos si la Iglesia tiene un modelo que
vaya más allá de la Constitución -interpretada del modo que ustedes
quieran- en particular, o las fuentes positivas del derecho en general.
Desconcierta, por lo demás, que un estamento eclesiástico tan reacio a
escapar del lenguaje político en cuestiones que comprometen la verdad
última del ser humano tengan luego a mal, como es el caso del Arzobispo
de Milán con el candidato italiano Matteo Salvini, que un político haga
alguna referencia religiosa.
Seríamos los
primeros en aplaudir que los políticos se limitaran a la política y los
religiosos a la fe, pero no parece que estos últimos estén muy por la
labor.
Que tengas un buen fin de semana. Un abrazo.
Gabriel Ariza Rossy
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