Colaboración de Lluciá Pou Sabaté.Foto: Galeria Tumbrl:
Hola! Paso un escrito, espero que te guste.
Saludos!
Luciano
Dignidad de la persona con discapacidades
Arcadi
Espada dijo hace unos días en TV que una persona que se prevé que
nacerá con discapacidades no debe de vivir: “seguir adelante con el niño
enfermo” es “una inmoralidad”. Y que el servicio público de salud,
si “detecta una persona con una anomalía grave que va a impedir que
lleve una vida normal” no tiene la “responsabilidad económica de
mantener a ese hijo en las condiciones necesarias para la persona y su
dignidad”. Además, escribió refiriéndose a los que promueven
la vida sin prejuicio de que tengan discapacidades: “este tipo de gente
averiada alza la voz histérica cada vez que se plantea la posibilidad de
diseñar hijos cada vez más inteligentes, más sanos y mejores”. Según
él, “esa persona va a nacer con gravísimas
deficiencias que van a suponer para la sociedad un costo que podía
haberse evitado”.
El
padre de un niño con síndrome de Down respondió muy bien a esas
declaraciones de ignorancia, ya que el amor está por encima de los
condicionantes que pueda tener alguna discapacidad: todo
ser humano tiene derecho a vivir, y tanto la Constitución española como
los tratados internacionales protegen estos Derechos Humanos.
A
esto quisiera añadir que hemos visto en la historia muchos tipos de
discriminación por motivos de raza, como Hitler contra la raza judía;
además los nazis
estudiaron mucho ese “diseño de hijos cada vez más inteligentes” del que
habla el periodista. Ya antes Malthus decía que los pobres no tenían
derecho a vivir: "Nos
sentimos obligados por la justicia y el
honor a negar formalmente que los pobres tengan derecho a ser ayudados".
Los veía como enemigos del equilibrio social, y sugería reducir su
natalidad.
No
pensaba en su ignorancia que extinguir la pobreza es mejor que
extinguir a los pobres. Ahora ese señor Arcadi nos habla del “costo
económico” que suponen
las discapacidades, y no cuenta con que desechar a las personas por sus
discapacidades es crear la mayor inseguridad ciudadana: cuando los
derechos de las personas no prevalecen sobre la política partidista,
aparece el totalitarismo, sea neomalthusiano, nazi
o de cualquier otro tipo, como el que propone ese señor que no concibe
cuidar de los enfermos y discapacitados. Si su motivación es tan
utilitarista de evitar la vida de alguien por motivos de “costos” para
el Estado, ¿qué argumento usaría para impedir la muerte
de quien ha adquirido esas deficiencias a lo largo de su vida o en la
vejez cuando la decrepitud se vuelve una discapacidad? ¿Qué seguridad da
una ética tan vacía de contenido?
La
dignidad de la persona debe de situarse como base de toda la vida:
todas las personas tienen derecho a una vida plena. Y la belleza de la
vida se manifiesta también en la discapacidad y en el reto que
representa
para las personas que están alrededor, y el mejoramiento en el amor que
conlleva para todos, ya que el verdadero aprendizaje de esta vida no es
el egoísmo de pisar los derechos de los demás, sino el amor, que nos
mejora como personas.
Luciano Pou Sabaté