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La importancia de la actitud


   Cuentan de una joven que se quejaba a su madre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. Se sentía hundida. Cuando la cosa parecía que no podía ir a peor, aparecía otro problema. La madre, en la cocina, mientras escuchaba puso en agua hirviendo zanahorias, un huevo y granos de café. Ya hervidas, la madre sacó las zanahorias, huevos y sirvió el café en una taza. Le dijo: "-¿qué ves?”

  -"Zanahorias huevos y café"- respondió: “las zanahorias están blandas, el huevo está duro, el café huele bien”. 

   La madre le explicó: “los tres han estado en agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente: la zanahoria llegó fuerte y se había vuelto blanda, el huevo había llegado líquido bajo la cáscara, pero su interior se había endurecido,los granos de café habían cambiado el agua. ¿Cuál eres tú?", le preguntó a su hija.

   Cuando hemos de lidiar con las dificultades, por ejemplo una separación del ser querido por muerte o divorcio, un fracaso o despido… ¿somos zanahoria, nos volvemos blandos?, ¿somos huevo y nos endurecemos hasta ser ásperos?, ¿o somos café que cambia al agua, transforma lo que provocaba malestar hasta darle buen sabor? Las cosas a nuestro alrededor mejorarán, cuando las transformamos gracias a este espíritu, que es como una luz que irradia a nuestro alrededor. 

   ¿Cómo es posible que dos personas que han pasado por lo mismo, una está feliz y radiante, mientas que la otra se siente víctima de injusticias, con mala suerte, llena de tristeza? ¿Es que la alegre es inconsciente o ingenua? En realidad, es que ha crecido gracias a esas experiencias que le dificultaban la vida, que le han servido para aprender. Y es que para el crecimiento personal nos sirven mucho más las cosas que otros llaman problemas, que las cosas que van sin esfuerzo. Uno aprende a no aferrarse a nada que es causa de esclavitud, a ser libre y tomar lo que viene de este regalo que es la vida, y no lamentarse de lo que no viene ahora, que quizá ya ha venido o vendrá.

   Así por ejemplo, no culparemos a nadie de que nos ha hecho daño, pues somos nosotros que damos a alguien ese poder. Como aquel que recibió de un enemigo una caja de basura, y se la devolvió limpia y llena de frutos ricos del campo. Cada uno da según lo que lleva en el corazón y si no dejamos lugar al mal, seremos felices independientemente de lo que nos ofrezca esta o aquella persona. Cada uno lleva dentro dos lobos, uno es el amor y otro el miedo: ¿a cuál de ellos alimento? Porque al que alimente será el que domine en mi corazón. Si alimento al miedo, dominará y será causa de tantos desajustes como la agresividad que desemboca en violencia y que hunde más al que la comete que a la víctima. Si alimento al amor, sabré bailar con la vida, dar lo mejor de mí mismo a todos independientemente de cómo me traten, estaré feliz con lo que depare cada día, sin preocuparme de las cosas que no salen bien, sabiendo que lo mejor está por llegar. Todo depende de mi actitud. “La buena vida es la suma de las actitudes con las que decidimos vivirla y entregarnos a ella” (Alex Rovira) y entonces seremos “creadores de la buena suerte” en el trabajo, amor, educación de los hijos, amistades…

   Luciano Pou Sabaté

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