Cuando la existencia llega a un estatus
determinado de perfección, el ser que somos, no tiene temor de mostrar
lo que es; se ha vestido de cordura de saberse a sí mismo, tiene valores
y principios inamovibles que ha aprendido siendo, existiendo, es decir,
en su camino de perfección, en su vida.
No teme la opinión de otros, se hace fuerte en su criterio, y sabe mostrarse tal cual es, valientemente, sin esconderse, jugando solo con una baraja, a cuerpo, sin más armas que él mismo, que su solo ser, que ya es más que suficiente.
Se desnuda de hipocresía, de vanidad, no necesita hacer teatros, para quedar bien, el SER se ha comprometido con su existencia, se ha comprometido consigo mismo, tanto, que no se permite negarse a sí mismo, que es lo que hace quien pretende “quedar bien”, -hipocresía-, aún a costa de negarse a sí mismo.
El SER aprende a hacer uso de su ENERGÍA, es decir, de su esencia, y aprende a manejarla, de tal modo que tanto mayor es la energía positiva que transmite, como tanto mayor será lo que reciba, aunque a veces puede no ser consciente de esta recepción, porque somos más conscientes de las cosas negativas que nos afectan que de lo bueno que constantemente recibimos.
Si no recibimos algo que esperamos, a lo mejor es que ésto tiene que ser así por algún motivo; se trata, no de resignarse, sino de hacer como decía algún clásico griego, ser junco en el río, acomodarse, doblarse según el flujo de la corriente, según la fuerza del agua, la vida, para no romperse.
En este estado evolutivo, el hombre (me gusta utilizar el concepto como genérico), habla al hombre desde lo que él realmente es, el hombre habla al hombre, el alma habla al alma, independientemente de sexos, colores, razas, estatus y otras historias.
Entonces es cuando la COMUNICACIÓN se produce efectivamente, porque lo que realmente somos nosotros habla con lo que realmente es la otra persona, nuestro interlocutor. Es entonces cuando se está produciendo COMUNICACIÓN, porque las almas ponen algo en común, se produce interconexión en las almas, existe retroalimentación en ese intercambio efectivo. El ser se expresa plenamente en este intercambio.
No teme la opinión de otros, se hace fuerte en su criterio, y sabe mostrarse tal cual es, valientemente, sin esconderse, jugando solo con una baraja, a cuerpo, sin más armas que él mismo, que su solo ser, que ya es más que suficiente.
Se desnuda de hipocresía, de vanidad, no necesita hacer teatros, para quedar bien, el SER se ha comprometido con su existencia, se ha comprometido consigo mismo, tanto, que no se permite negarse a sí mismo, que es lo que hace quien pretende “quedar bien”, -hipocresía-, aún a costa de negarse a sí mismo.
El SER aprende a hacer uso de su ENERGÍA, es decir, de su esencia, y aprende a manejarla, de tal modo que tanto mayor es la energía positiva que transmite, como tanto mayor será lo que reciba, aunque a veces puede no ser consciente de esta recepción, porque somos más conscientes de las cosas negativas que nos afectan que de lo bueno que constantemente recibimos.
Si no recibimos algo que esperamos, a lo mejor es que ésto tiene que ser así por algún motivo; se trata, no de resignarse, sino de hacer como decía algún clásico griego, ser junco en el río, acomodarse, doblarse según el flujo de la corriente, según la fuerza del agua, la vida, para no romperse.
En este estado evolutivo, el hombre (me gusta utilizar el concepto como genérico), habla al hombre desde lo que él realmente es, el hombre habla al hombre, el alma habla al alma, independientemente de sexos, colores, razas, estatus y otras historias.
Entonces es cuando la COMUNICACIÓN se produce efectivamente, porque lo que realmente somos nosotros habla con lo que realmente es la otra persona, nuestro interlocutor. Es entonces cuando se está produciendo COMUNICACIÓN, porque las almas ponen algo en común, se produce interconexión en las almas, existe retroalimentación en ese intercambio efectivo. El ser se expresa plenamente en este intercambio.