Isabel vuelve a colaborar con un maravilloso texto: Su cabello se había cubierto de polvo de espera , su cuerpo de meridianos y paralelos en un sin fin de líneas que surcaban su geografía. Las horas, con su cadencia sorda y aburrida, pasaban, a veces lenta, a veces rápida, mientras, los latidos de su corazón se acompasaban al ritmo de sus pensamientos. Algo había desatado una tormenta, o varias, en su interior. Se miró en el espejo de sus emociones y vio un reflejo triste y apagado, sintió sus raices mutiladas impunemente, sangró de desarraigo y lloró. Cerró los ojos y recordó historias ancestrales, heredadas de generación en generación. Invocó a su linaje femenino, a las mujeres de su estirpe, fuertes, con muchos renglones escritos y muchos, aún, por escribir. Cogió esos hilos de historia de los que formaba parte, los juntó con los que emanaban de su interior y pensó que tenía que seguir tejiendo con amor y agradecimiento, honrando y sanando, completando lo que faltaba, soltan